INTERCAMBIO NATURAL Y CÓSMICO: LA CREATIVIDAD A TRAVÉS DE LOS OJOS DE BOSCO SODI

Arte, México, Estados Unidos
Entrevista realizada por Sarah Len
Retratos por Viridiana
Fotografía por Magaly Ugarte de Pablo y Liz Zepeda

Bosco Sodi es un prolífico pintor y escultor mexicano comprometido con el cambio social a través del intercambio de conocimiento creativo. Residente en Nueva York, trabaja entre su estudio principal en Brooklyn, Ciudad de México y un estudio al aire libre en la Fundación Casa Wabi en Puerto Escondido, en la costa de Oaxaca. Los orígenes creativos de Sodi comenzaron a una edad temprana. Su madre, profesora de filosofía marxista en la UNAM, le introdujo el arte como herramienta terapéutica para centrar su mente imaginativa y curiosa. Desde entonces, la práctica creativa de Sodi se ha desarrollado al ritmo de su fascinación por la naturaleza, la experimentación material y el conocimiento cósmico. Crecer en Ciudad de México no fue muy diferente a la pelicula Roma de Alfonso Cuarón, dice Sodi, llena de imágenes nostálgicas en blanco y negro como el fútbol en las calles, horas de juego sin supervisión en el jardín de esculturas de la UNAM y vibrantes comidas domingueras familiares. 

Cuando se le pregunta por el panorama actual del arte y el diseño en México, Bosco responde que siempre ha visto a México como la capital de la creatividad en América. Sodi observa que su país de origen tiene las condiciones adecuadas que contribuyen a su cultura creativa. En 2014 Bosco Sodi fundó Casa Wabi, una fundación y residencia de artistas en Puerto Escondido — su nombre se basa en los principios de la filosofía del diseño que llegó a admirar. Desde los 12 años, él y su familia fueron a acampar a la costa oaxaqueña durante una época en la que el turismo local e internacional aún era escaso. La enorme estructura hecha de cemento, diseñada por el arquitecto japonés Tadao Ando, se asienta directamente en un tramo de 550 metros de la costa del Pacífico. La fundación invita a los artistas a compartir sus conocimientos creativos con los miembros de 14 comunidades locales. Si soy capaz de ayudar a la gente que está en mi mundo a tener más herramientas para entender la vida, el universo, su relación con otros humanos y con la naturaleza, será un éxito total». — Bosco Sodi.

El proyecto se presta a un ejercicio de colaboración entre arquitectos y colegas de renombre internacional. Entre los colaboradores invitados se encuentran Alberto Kalach, Jorge Ambrosi, Gabriela Etchegaray y Álvaro Siza, entre otros. Cada uno de los colaboradores diseñó pabellones funcionales a lo largo de la propiedad que acogen a visitantes, artistas y estudiantes activando la visión de Sodi: el intercambio de conocimientos. Recientemente, Sodi anunció la apertura de su nuevo museo en las montañas Catskill de Nueva York, llamado Assembly, con obras de artistas internacionales en un concesionario abandonado rediseñado con la ayuda del creativo mexicano Alberto Kalach. 

La exposición más reciente de Sodi, What Goes Around Comes Around, se presentó en la Bienal de Venecia de 2022. Su obra también puede verse en una exposición en curso en el Museo de Arte de Dallas. La Fuerza del Destino presenta 30 esculturas de cerámica de esfera de Bosco que se exponen hasta el 10 de julio de 2022. 

Bosco Sodi se reunió con la editora jefe de MATERIA, Sarah Len, en la Galería Hilario Galguera de Ciudad de México. La conversación se centró en sus orígenes creativos e influencias que van desde los sitios arquitectónicos indígenas, la presencia cósmica en el cine, y cómo el fuego, el barro y los materiales naturales son parte de nuestro ADN. 

SARAH LEN: Tengo curiosidad por saber el origen de su nombre.

BOSCO SODI: Viene de un santo salesiano de Turín, Italia. Es un santo con el que mi abuela simpatizaba. Cuando perdió a su primer hijo durante el embarazo, hizo una ofrenda al santo San Juan Bosco, que le pondría su nombre a su primer hijo si todo salía bien. Ella le dio ese nombre a mi padre y él me lo puso a mí. 

SL: ¿Y cuáles son sus orígenes? 

BS: Somos de México, tres o cuatro generaciones por parte de mi madre. Por parte de mi padre tenemos un poco de sangre italiana, seguro que también española e indígena. 

SL: ¿Vive entre México y los Estados Unidos, verdad?

BS: Mi base está en Nueva York, donde mis hijos van a la escuela y donde tengo mi estudio principal. Tengo mi fundación y estudio en Casa Wabi en Oaxaca. También estoy construyendo un estudio [en la Ciudad de México] con Alberto Kalach, en el barrio de Atlampa.

SL: Usted creció en la Ciudad de México, ¿cómo fue eso?

BS: Fue una época hermosa. Mi madre es una filósofa marxista con una maestría en marxismo. Daba clases en la UNAM. Mi padre es un químico con un doctorado en el MIT; crecí en esta familia involucrada en la cultura. Mi abuelo era cardiólogo, conocido en todo el mundo, así que estábamos cerca de los conciertos, los museos y el teatro. Venimos de una familia a la que le gusta la lectura, nos encanta el cine, pero también durante esos años jugábamos todo el día en la calle. Salía a pasear sin miedo, jugábamos al fútbol con los vecinos, parecido a Roma, la película de [Alfonso] Cuarón. Crecí en una familia grande, rodeado de primos, tíos y tías. Los domingos comíamos en casa de mi abuelo con 50 personas. Era muy agradable.

SL: ¿Qué opina sobre el arte y el diseño actualmente en México?

BS: Creo que México siempre ha sido una capital para la creatividad en América, a veces a gran escala, a veces a pequeña escala. Estamos en un momento muy especial. No sé la fórmula, quizá sea el caos de los últimos 30 años, política y económicamente hablando. Pero se ha convertido en un caldo de cultivo. En química, cuando quieres cultivar una bacteria la pones en un caldo de cultivo…

SL: Ah, como un petri dish.

BS: Sí, la placa es el recipiente. Hay circunstancias muy especiales que han ocurrido en México desde Salinas. Para una nueva generación de artistas, incluido yo mismo y amigos como [Alejandro González] Iñarritu, Carlos Reygadas y otros artistas, [México] fue un caldo de cultivo para la creatividad. Ahora tenemos muy buenos escritores, increíbles directores de cine y generaciones de artistas de renombre internacional. Ha sido un momento muy especial para el diseño y la arquitectura para gente como Alberto Kalach, Ambrosi Etchegaray, Tatiana Bilbao, Frida Escobedo. Me da un poco de miedo — puede que no sea políticamente correcto — ver a tantos turistas y extranjeros viviendo aquí. Creo que es el final de la curva, como Berlín.

SL: ¿Cuál cree que es el mayor riesgo?

BS: Las cosas pueden ponerse muy de moda y perder autenticidad. Ya pasó en Berlín. Cuando yo vivía en Berlín había unos cuantos grupos de artistas luchadores, la ciudad era una sorpresa, era un caos, un caos total. Y ahora cuando vas a Berlín, no está mal, pero es la versión light de una ciudad. Cuando las cosas se vuelven muy convencionales pierden su magia. La gente quiere estar aquí, tener su estudio aquí. Es el otoño de la Ciudad de México. Espero que no, pero lo mismo está ocurriendo en Puerto Escondido.

SL: Usted ha estado allí viendo el cambio.

BS: Es parte de la evolución de una ciudad. Y luego, por supuesto, tal vez dentro de 100 años comience de nuevo.

SL: Sí, hay momentos, momentos en los que nunca será lo mismo. Como artista, ¿cuáles han sido algunas de sus mayores influencias?

BS: Desde muy joven me gustaba el arte, el expresionismo abstracto, también el informalismo catalán como Tàpies y toda su generación. Tuve mucha suerte porque a mi madre le encantaba la pintura. Teníamos muchos libros que me permitieron estar en contacto desde muy joven con el Arte Povera y Gutai, con las obras de Tàpies y Walter de María. Cuando mi madre daba clases en la universidad, nos dejaba en el Espacio Escultórico de la UNAM. Pasábamos las tardes jugando allí. No teníamos niñeras, así que mi hermana y dos de nuestros primos iban, pasábamos la tarde explorando. Nos influenciaban los diferentes tipos de materialidad que se encontraban allí. A menudo íbamos a ver las ruinas de México y me impresionaba y atraía mucho la fisicidad de las estelas. No es una pintura, no es una escultura, es una cosa que ocupa un lugar muy fuerte en el espacio, que marca el espacio. 

SL: Háblame de Casa Wabi, de tu visión y de cómo se hizo realidad.

BS: Cuando era joven me diagnosticaron dislexia y déficit de atención. En lugar de medicarme, algo muy habitual en aquella época, mi madre me metió en clases de arte que fueron una especie de terapia para mí. Pintar y hacer arte siempre ha sido una necesidad. 

Cuando pensé en cómo recompensarlo, como un compromiso social, supe que tenía que ser en mi país. Llevo yendo de camping a Puerto Escondido desde los 12 años, cuando nadie iba allí. Me enamoré del lugar, de la energía y de los recuerdos, así que decidí hacer el proyecto en Puerto Escondido trabajando con la comunidad local. Siento que a muchos artistas mexicanos les falta un compromiso social. Siento la responsabilidad de recompensarlo, no sólo con dinero, sino con mi energía.  Aunque no dirijo la fundación en el día a día, me involucro en el programa y en la arquitectura. 

SL: ¿Puede darme un ejemplo del impacto que ha generado en la vida real?

BS: Trabajamos con 14 comunidades de bajos recursos en Oaxaca. Durante nuestros siete años de residencia ya hemos tenido 350 artistas. Les damos un estudio, un lugar para vivir y pagamos todo. No les pedimos trabajo, porque no quiero tener la responsabilidad de ocuparme de su obra. Lo que les pedimos es un proyecto fuerte con las comunidades locales. Esa es una de las líneas centrales. Por ejemplo, cuando no hubo clases durante la pandemia, los artistas fueron a las escuelas e hicieron murales, esculturas, parques infantiles. Para mí siempre es interesante ver a los artistas aprendiendo sobre las tradiciones y los conocimientos de las comunidades vecinas. No siempre tengo la oportunidad de hablar con los residentes, pero a menudo me dicen lo sorprendente que es que las comunidades están ahora tan acostumbradas al arte. 

SL: ¿Ha visto a alguno de los niños de estas comunidades o escuelas seguir un camino artístico?

BS: Sólo han pasado siete años, pero sí hay algunos niños que hacen fotografía, pintura y escultura; eso es importante, pero no es así como mido el éxito. Creo que el arte nos da las herramientas para entender el universo y con esas herramientas somos capaces de cambiarlo. 

En Casa Wabi también tenemos una biblioteca móvil que va a las 14 comunidades para prestar libros y leer a los niños. Tenemos un cine. Les mostramos contenidos de Studio Ghibli, Charlie Chaplin, Cantinflas o cosas así. También tenemos un Pabellón de barro hecho por Álvaro Siza al que invitamos hasta cuatro clases a la semana para que los alumnos se reconecten con la barro y escuchen música clásica. Reciben una visita arquitectónica a los pabellones, ven todos los espectáculos actuales y las exposiciones de artistas. Les ofrecemos un día cultural y divertido. 

Estamos construyendo un nuevo espacio de exposición en Ciudad de México en colaboración con Alberto Kalach, donde los artistas que no tienen representación en las galerías pueden tener una oportunidad y visibilidad a través de Casa Wabi. También tenemos Casa Wabi en Tokio, donde invitamos a ocho artistas mexicanos al año a experimentar y entender la estética japonesa.

Recientemente hicimos una convocatoria abierta para el Pabellón de las Orquídeas en Casa Wabi, donde intentamos recuperar las orquídeas endémicas nacidas en Oaxaca. Hicimos una convocatoria abierta anónima con un jurado compuesto por Alberto Kalach, Tatiana Bilbao, Carlos Zedillo, Gabriela Etchegaray y yo. Tuvimos más de 300 postulantes y las propuestas fueron increíbles.

Todos los pabellones de Casa Wabi son funcionales, creados en colaboración con colegas de gran talento. El Pabellón de barro de Siza, el Pabellón de Guayacán de Studio Ambrosia Etchegaray están llenos de plantas en peligro de extinción que obtuvimos un permiso especial como forma de reforestar la zona. Cuando los niños vienen a pasar el día les damos una para que la planten cerca de su casa. Tenemos una chimenea hecha por Alberto Kalach que va a ser el horno de cerámica. Luego tenemos un pabellón de compostaje compartido entre la Casa Wabi y los hoteles y casas de los alrededores. 

Para futuros proyectos, queremos crear un diccionario que catalogue las orquídeas en el Pabellón de las Orquídeas; estamos construyendo una sala de conciertos; desarrollando una importante película de arquitectura, y un pabellón de hongos — donde educamos a la comunidad sobre cómo generar dietas saludables y un medio de ingreso por medio del regalo de esporas para cultivar.

SL: Sobre el tema de los hongos, ¿ha tomado algún psicodélico en su práctica creativa?

BS: No, mi mente es muy compleja, siempre está funcionando a 300 millas por hora. He tomado muy pocas drogas en mi vida porque me ha sido difícil encontrar el equilibrio.

SL: ¿Cómo han influido la naturaleza y el conocimiento cósmico en su obra?

BS: Cuando era adolescente observé un interesante enfoque de la presencia cósmica en las películas. Entonces encontré la filosofía Wabi-Sabi, y me enamoré. Vi que ya se aplicaba en muchas partes de mi vida. Comprendí que estamos aquí por muy poco tiempo. Formas parte de un universo más grande que el que crees que eres. Cuando entiendes eso, comprendes la esencia de la naturaleza, la esencia de la verdadera belleza de las cosas. Siempre me ha atraído mucho la naturaleza porque me tranquiliza. Tenemos una casa en el norte del estado de Nueva York y me encanta estar allí, en medio de la nada, donde tenemos gallinas, cabras — me gustan todas estas cosas sencillas y hermosas. Representan mi búsqueda para encontrar una conexión con el universo y la naturaleza. Sobre todo ahora que es una lucha diaria bombardeada por el teléfono móvil, y por Internet. Casi toda la gente vive una vida muy similar. 

SL: ¿De dónde procede el barro que utilizas?

BS: El barro proviene de una comunidad cercana a Casa Wabi, Grado Llano, donde se trabaja con pequeños ladrillos. Uno de los primeros residentes, Corban Walker, un amigo que solía trabajar en la Galería Pace, me introdujo en lo que la comunidad estaba haciendo con el barro. Al principio, el artesano me dijo ‘no puedes hacer un volumen tan grande de barro porque se agrieta’, pero a mí me encantan los rompecabezas. Así que empecé a experimentar. Contraté al mismo artesano para que trabajara en mi estudio y pasamos un año haciendo un cubo y recuperando el proceso. Me encanta el proceso de aprendizaje. 

El barro es muy familiar para los mexicanos. Si lo piensas, el barro ha sido un compañero del ser humano desde el principio. Las primeras herramientas y vasijas que creamos en cualquier continente fueron hechas con barro. Los museos de todo el mundo están llenos de barro. Creo que es un material que llevamos en el alma.

Estaba en el norte del estado de Nueva York hablando con mi hija, Alba, y me preguntó: ‘¿Por qué te gusta el fuego?’ Le dije que porque está en nuestro ADN. Cuando entras en nuestra casa, buscas inmediatamente el fuego, es lo primero que hacen nuestros perros, acercarse al fuego. Es una conexión esencial, cósmica, con el barro, con el fuego, con el agua, la sensación de bucear, esas cosas están en nuestro ADN. Por eso me atrajo tanto el barro como tipo de materialidad.

SL: ¿Cuánto pesan las esferas?

BS: La que llevamos a la Bienal de Venecia pesa una tonelada.

SL: ¿Cuánto tiempo estuvo en el proceso de entender cómo hacerlas?

BS: Todavía estoy en ese proceso. Es una experimentación. Es interesante tener este tipo de no previsibilidad, de sorpresa. Todo el concepto de mi trabajo, y en realidad un concepto que intento aplicar en mi vida, es una especie de irrepetibilidad. Cómo los accidentes que no controlas, el paso del tiempo, la experimentación te llevan a resultados que no son repetibles ni siquiera con tus propias manos. 

SL: Ya habló de esto, pero ¿hay algo que le gustaría añadir sobre el papel ético que cree que tienen los artistas socialmente?

BS: Una de las herramientas que nos va a guiar en estos tiempos terribles es el arte. Creo que todo tipo de arte es necesario, pero la inclinación todavía no está muy enfocada. El arte va a ser una de las herramientas que nos ayude a superar el calentamiento global, COVID, tenemos una gran responsabilidad. Pero se ha perdido la brújula, hay demasiado dinero y vacío. 

SL: ¿Cuál es el impacto que espera dejar como artista?

BS: Si soy capaz de ayudar a la gente que está en mi mundo a tener más herramientas para entender la vida, el universo, su relación con otros humanos y con la naturaleza, será un éxito total. Al final vamos a fallecer y pensar en el futuro de tu obra no es lógico. Por supuesto que espero que mis obras aparezcan en los museos en el futuro. Es egocéntrico, muchos artistas lo son por definición.  

 

 

Agradecemos a The Lost Explorer por patrocinar este artículo y a la Galería Hilario Galguera por recibirnos para hacer la entrevista.