LAS BRISAS IXTAPA, POSTMODERNISMO VERNÁCULO

Arquitectura, México
Texto por Enrique Giner de los Ríos
Fotografía por Mauricio Guillén

Las Brisas Ixtapa (originalmente Camino Real) es una de las obras más importantes del arquitecto mexicano Ricardo Legorreta. Inaugurado en 1981, fue el hito fundacional de la zona turística de Ixtapa, México, entonces en desarrollo.

Situada en la costa de Guerrero -a unas 3 horas al norte de Acapulco-, Ixtapa fue un esfuerzo del gobierno para desarrollar una zona de pueblos pesqueros y enormes plantaciones de coco. Creciendo en medio de la nada, pronto se convirtió en la hermana elegante de Zihuatanejo, conocida desde hace tiempo por sus tranquilas playas y su ambiente bohemio. 

A diferencia de Ixtapa, Zihuatanejo tiene una larga historia que se remonta a la época prehispánica y que más tarde albergó batallas marítimas entre la armada española y los piratas británicos, entre ellos Sir Francis Drake, que pasó una temporada allí. Quizá un momento histórico menos conocido tuvo lugar en el verano de 1962 en la Playa de la Ropa, cuando un grupo de 36 personas liderado por el psicólogo y más conocido defensor del LSD, Timothy Leary, realizó viajes de ácido de una semana de duración mientras se alojaba en el hotel Catalina de Zihuatanejo. Un experimento inspirado en parte en el libro La Isla de Aldous Huxley. Más recientemente, el famoso hotel La Casa Que Canta fue uno de los escenarios del drama sobre el alcoholismo de 1994 Cuando un hombre ama a una mujer, protagonizado por Andy García y Meg Ryan.

Legorreta había sido un fiel discípulo del estilo racional del arquitecto José Villagrán, como se puede ver en el edificio Celanese de 1968, un prodigio estructural de tintes brutalistas que, desgraciadamente, hoy quedan ocultos por el AstroTurf y las ventanas polarizadas. También en 1968, un año caracterizado por los Juegos Olímpicos de México y por la sanguinaria represión estudiantil, Legorreta tuvo su primer encargo para los Hoteles Camino Real de Ciudad de México. Es en este hotel, donde comienza a incluir elementos tradicionales mexicanos en su arquitectura mediante el uso de diferentes materiales, colores y escala. Esto evidenció su cambio de mentores, Luis Barragán y Mathias Goeritz, incorporando elementos de su Regionalismo Crítico y Arquitectura Emocional en su obra. El Hotel Camino Real de Polanco cuenta con grandes obras maestras de artistas como Anni Albers, Alexander Calder y Rufino Tamayo que son prueba de la relevancia del hotel en su momento. Camino Real volvió a encargar a Legorreta su hotel en Cancún en 1975 donde ciertos elementos novedosos son un claro precedente de lo que luego se vería con mucha más fuerza en el proyecto de Ixtapa..

La principal zona turística de Ixtapa consiste en una larga playa bordeada por típicos hoteles de cadena de escaso valor arquitectónico. Justo detrás de esta franja, se encuentra un falso pueblo mexicano con restaurantes y artesanías, discotecas de lujo al estilo de los 80, como la conocida Christine, bares relajados con hip-hop de principios de los 90 donde todavía se puede hacer bump and grind, como el Sr. Frogs, o el Bogart’s, un famoso restaurante-bar con evidentes reminiscencias de Casablanca con clase. Todos siguen ahí, y para bien o para mal, son significativos para mucha gente. Era, y sigue siendo, hortera, pero crea una sensación de nostalgia.

Las Brisas está ligeramente aislada de la playa principal de Ixtapa; se extiende en una bahía más pequeña con grandes olas y una exuberante vegetación. Aunque el color y el tamaño del edificio son todo menos discretos, se funden sorprendentemente bien con la topografía montañosa de sus alrededores. Alojarse en el hotel es, por sí mismo, una experiencia arquitectónica constante; cada detalle del edificio tiene una contundente intención espacial imposible de ignorar. La altura de los techos de la recepción, los interminables pasillos y las faraónicas escaleras recuerdan constantemente que no se trata de un edificio convencional. La extravagante paleta de colores de los gruesos muros de hormigón se fusiona perfectamente con otros elementos clásicos típicos de Legorreta constituyendo la visión de un nuevo estilo mexicano.

En el interior, la gran cuadrícula perfecta de baldosas de barro del suelo evoca un momento rústico de Superstudio interrumpido por el mobiliario de Legorreta: enormes mesas con juguetonas patas gruesas junto con otras mesas y bancos más pequeños con las mismas proporciones entrañables, casi ridículas, aparecen a lo largo de los largos recorridos entre las distintas zonas del hotel. El hotel es gigantesco y, aunque se pueden utilizar ascensores para desplazarse, es imposible llegar al segundo día sin tener las piernas doloridas.

Entre gestos posmodernos y una escala más cercana a la de un aeropuerto que a la de un hotel normal, se percibe claramente el homenaje a Luis Barragán. Un pasillo de celosía amarilla transporta inmediatamente a la capilla de las Capuchinas, y las cascadas de las piscinas hacen un guiño cariñoso a la Fuente de los Amantes y a las Caballerizas. 

Los caminos entre la playa y el hotel son intrincados laberintos en los que la única referencia visual es un peculiar ascensor de una planta que emerge de la cuidada vegetación selvática entre el canto de los pájaros.

Las 416 habitaciones del hotel conservan gran parte del mobiliario original: bancos de patas gruesas y desafiantes y camas cuasi monásticas a lo Barragán, junto con espejos de madera a rayas verdes y azules que recuerdan al Op Art de Carlos Cruz-Diez. Todas las habitaciones están coronadas por unas características terrazas amarillas con vistas al mar que generan una cuadrícula perfecta que se ve desde casi cualquier lugar y que aumenta su intensidad hacia el mediodía, cuando se convierte en una fachada de estrictas y fascinantes geometrías. Al anochecer, las siluetas se suavizan y el color del edificio imita la puesta de sol. 

A pesar de sus 40 años y de varios cambios de administración, el hotel está muy bien conservado y presenta pocas modificaciones con respecto al proyecto original: nuevas incorporaciones en el catálogo de muebles, una gran instalación artística en la entrada del bar y algunas exploraciones sobre nuevos materiales. En general, nada puede desviar la atención de la constante estimulación del diseño de Legorreta.

Un agradecimiento especial a Las Brisas Ixtapa.