LOS QUE VIENEN A REUNIRSE: UNA INVITACIÓN AL DÍA DE MUERTOS
Photography by Luis Garvan
En la Ciudad de México, propios y extraños fueron recibidos en Pujol, el reconocido restaurante, con una instalación opulenta de la artista visual y directora artística Orly Anan. Orly se adentra en el misticismo, el ritual y la tradición en su homenaje al Día de Muertos, integrando ingredientes tradicionales de la cocina de Pujol y yendo más allá. El restaurante recibió a los invitados con comida para el alma: en este caso, tamales y atole. El olor de la comida, los tragos, el copal y las muchas flores atraen no solamente a los vivos, sino a las almas que han dejado este mundo. Vinieron a dar un paseo para apreciar el trabajo de Orly, disfrutar de los suaves tamales y de la reunión de los que aún viven.
Es un concilio de almas lo que suponemos que llegará. Entrará por la puerta grande o por una rendija y se sentará en los lugares disponibles, sin que haya ánimas que resulten incordiadas. Las almas de los seres queridos llegarán a primero a los panteones y luego se dispersarán por los terrenos que fueron suyos. Se sentarán ahí, en la tumba que lleva su nombre, frente a la cruz que se colocó cuando dejaron el mundo de la carne. O se sentarán en el cúmulo de plantas que se arremolina en la milpa que abandonaron para irse a otro mundo: en las vainas entrecruzadas de los frijoles, en las hojas del maíz, junto a las flores de las calabazas que estarán redondas, llenas de agua, listas para la fiesta.
Viajarán a la sala de alguna casa para posarse suavemente en el asiento de un sillón; es fácil verlos junto al comal de barro sobre el que alguna vez se prepararon huevos o a la orilla del mar batallando para que la brisa no los eleve más de lo necesario. Vendrán siguiendo el camino de las flores de cempasúchil: el trazo que sirve como guía hacia los cariños. Podrán acariciarse con el rojo terciopelo de las flores que crecen en las zonas altas, húmedas, frescas. Llegarán con la iluminación de las veladoras, el aroma del copal. La resina, la cera, sirven como anzuelos para traerlos de vuelta.
‘Las almas de los seres queridos llegarán a primero a los panteones y luego se dispersarán por los terrenos que fueron suyos. Se sentarán ahí, en la tumba que lleva su nombre, frente a la cruz que se colocó cuando dejaron el mundo de la carne.’
También vendrán a ver lo que se ha puesto ahí para darles: trozos de memoria para que no se olviden del lugar donde tuvieron cariño, donde dejaron huella. En los hogares, en los panteones, en las cocinas y los espacios colectivos hay imágenes que dicen: ¡aquí estuviste!, ¡de aquí eres!, ¡no nos olvides!, ¡no te olvidamos!
Vendrán las ánimas, se sentarán a celebrar. Brindarán por sí mismas, con sus manos levantadas al aire para decir ¡salud! Se trata de abrir las compuertas para recibir: están quienes fuman, quienes bailan y despeinan las ramas de los árboles con su movimiento; hay quienes se lamentan no poder conocer ni abrazar al nieto que les nació apenas, y quienes siguen con una incomodidad que no se les quita con la muerte; están de vuelta los tramposos, los juguetones, los de cuidado. También están de vuelta las hay ánimas que no se la creen, que piensan que su cuerpo regresará a ellas.
Las ánimas chiquitas llegan en Todos los Santos y se asoman a los altares con nardos, margaritas. Se asoman a los cántaros de barro para encontrar qué premios traen y a las mesas de madera saturadas de papeles rosados, amarillos, anaranjados. Para ellas hay alfeñiques con forma de perritos, chocolatitos, el perfume de los panes con sus dosis de jazmín, una calaverita con su nombre ribeteado en azúcar de colores. Para ellas hay fotos con su mamá, con su perrita, con sus juguetes. Vienen acompañadas de animales: un gato, un burrito, el gallo mañanero. Llegan las almas niñas a beber atole y chocolate caliente, a probar atole, pan de yema, pan de anís, calabaza en tacha; se sientan junto a las flores porque vienen a armar alboroto y a estar con la alegría que permanecerá con ellas para siempre.
‘A veces vendrán a abrazar a los suyos; a veces, a enterarse de las novedades, a ponerse al día, a ver cómo han cambiado las cosas desde que se fueron, a ver qué hacemos los demás.’
Vendrán los muertos y se sentarán a comer: con una probada al mole que les prepararon, con arroz y con ajonjolí o al cabrito de cocción perfecta, marrón, jugoso, los tendremos acá de regreso. Beberán sotol, tequila y mezcal. Vendrán a veces sólo a probar la carne asada que no tienen en su mundo de vapores. A veces vendrán a abrazar a los suyos; a veces, a enterarse de las novedades, a ponerse al día, a ver cómo han cambiado las cosas desde que se fueron, a ver qué hacemos los demás. Algunas veces los tendremos aquí sólo para mirarnos como se mira un espejo: así, como ahora.